El gesto se inventó hace décadas: alguien sale de su casa y media cuadra después se palpa los bolsillos con golpecitos ansiosos. Antes lo importante era saber si la billetera o las llaves estaban allí. Ahora el cacheo auto-infringido es para saber si el teléfono celular está cerca.Para tener a mano no sólo las llamadas, sino los correos electrónicos, la centena de mensajes diarios que llegan vía WhatsApp, la caja de ahorros, el perfil de Facebook, de Twitter y de Instagram, la cuenta de Tinder, el menú de decenas de restoranes a los que pedir la cena, la aplicación que dirija el auto por las calles menos congestionadas, la agenda, una calculadora, las noticias, un mapa, la radio, algunos juegos y una cámara de fotos. Todas esas herramientas apiladas en un mismo dispositivo lo vuelven cada vez más indispensable. Y según un estudio de la consultora global GfK realizado entre 22.000 personas de 17 países, los argentinos están en el tercer puesto entre los ciudadanos menos desconectados del mundo, sólo detrás de los chinos y los brasileños.
Es que en la encuesta que llevó a cabo GfK en Estados Unidos, Alemania, España, México, Rusia, Francia y Canadá, entre otros países, el promedio de quienes respondieron que sí les cuesta “cortar con la tecnología” fue del 34 por ciento, mientras que enArgentina ese porcentaje ascendió a 40. Según el estudio, entre los ciudadanos a los que menos les cuesta alejarse de la tecnología están los japoneses, los holandeses y los alemanes.
“La hiperconexión puede alterar la concentración, ya que si interrumpís una tarea para, por ejemplo, chequear una red social, el resultado de esa tarea ya no será el mismo. También afecta a las relaciones sociales, porque le dejás de prestar atención a quien tenés enfrente. Puede generar mucha ansiedad por estar pendiente todo el tiempo lo que ocurre en el teléfono, y afecta el sueño, ya que mucha gente usa el celular hasta justo antes de dormir, cuando debería desconectarse para que algunas zonas del cerebro se relajen”, describe Laura Jurkowski, psicóloga y directora de Reconectarse, un centro de tratamiento de adicciones a la tecnología. La especialista sostiene que la dificultad para desconectarse puede provocar incluso depresión, porque “cuando hay inseguridad y baja autoestima se busca la aceptación del otro también a través de redes”.
Según GfK, en Argentina, por encima de ese 40 por ciento general que señala que tiene dificultades a la hora de desconectarse del teléfono y, en menor medida, la tablet o la computadora, están los más jóvenes. El 44 por ciento de quienes tienen entre 15 y 19 señalaron que les cuesta, y el 41 por ciento de los que están entre los 20 y los 29 años dio cuenta de esta dificultad. Sólo a partir de los 50 años empieza a ser mayor el grupo que no tiene ninguna dificultad con desconectarse respecto del que señala que esa desconexión le resulta costosa.
Aunque la tendencia global mostró que alejarse de los dispositivos es igual de dificultoso para representantes de distintos niveles socioeconómicos, en Argentina el 43 por ciento de los encuestados de ingresos altos señalaron que les cuesta, y entre los participantes de ingresos más bajos, el 30 por ciento se sintió representado por esa problemática. También hay diferencia entre mujeres y varones. El 45 por ciento de ellas aseguró que le es difícil no prestar atención a los dispositivos, mientras que en el caso de ellos el porcentaje fue 36: casi diez puntos menos.
Alberto Trímboli es coordinador del Sector de Adicciones del Hospital Alvarez, institución pionera en tratar la dependencia de la tecnología. “El límite entre la adicción y el uso normal de la tecnología es difuso: no depende del tiempo de conexión, sino de que el uso del dispositivo se vuelva el centro de la vida de una persona que deja de lado aspectos importantes de la vida como el trabajo, el estudio, la familia y la vida social”, explica. Según reflexiona, “la tendencia está claramente en aumento; lo que sucede es que al estar tan generalizado el uso de la tecnología como algo socialmente aceptado, está muy poco reconocida la posibilidad de que genere una adicción”. El especialista advierte: “La adicción a la tecnología en su mayor nivel de gravedad puede generar pérdida del manejo de la voluntad y del tiempo”.
Fuente:Clarin
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