El Domingo pasado se disputo el partido culmine del fútbol argentino, el encuentro se disputo bajo la tensión permanente a la que nos tiene acostumbrados nuestro país. En ese marco asistimos a una acción bochornosa de violencia en la cual la complicidad del sistema entero es la nota que resalta. En una sociedad que sufrió la tragedia de Cromagnon, la utilización de pirotecnia en espectáculos públicos es un tema siempre sensible y urticante, y claro está las normas prohíben su despliegue. No obstante y a pesar de esas normas y de los rigurosos controles que debían regir, una vez mas la inocultable connivencia entre barras delincuentes, periodistas, dirigentes y la policía hizo que una vez mas esos individuos que están por fuera de la ley y avalados por el poder político gocen de una impunidad absoluta.
El show estaba montado, planificado al detalle, los violentos ya no consideran al deporte un espectáculo, sino que consideran que el espectáculo esta en las tribunas y los protagonistas son ellos, a tal punto es así que en nada les molesto interrumpir un partido que podía aún ser ganado por su equipo. Si en la definición de hincha esta la voluntad y el sentimiento de apoyar el desempeño deportivo de un club, un individuo de de ex profeso ejerce acciones de violencia que lo perjudican deportivamente no encaja en esa definición de ninguna manera. La idea era sencilla, hacer sentir a la parcialidad rival el escarnio de haber militado en una categoría de ascenso y la logística para la ocasión incluía ocultar en los baños los diferentes fuegos artificiales para su posterior distribución y detonación desde los 4 costados del estadio.
Es en este punto adonde comienza el juego teatral de las simulaciones, comenzando por los relatores que narraban los hechos en la TV Pública. Un señor que fue “derecho y humano” en el 78 y ultramenemista en los 90 y que ha emitido sin vergüenza o reparo alguno sendas palabras de elogio infinito que rozan el rastrerismo hacia el actual conductor de la entidad que rige el fútbol (Don Humberto Grondona), Un dirigente que a fomentado y festejado las asociaciones ilicitas de dirigentes y barras bravas. Ese señor llamado Marcelo Araujo comenzo a mostrar su indignación con los hechos que ocurrían pidiendo fuertes represalias deportivas y judiciales, indignado se lo oía al hombre ante el indisimulable planeamiento de los hechos. Lo hacía como si no elogiara al presidente de la entidad que regala pasajes a los mundiales a todos los violentos que estan inclusive procesados.
Don Araujo exigía mayor seriedad al arbitro del encuentro, le pedía que lo suspendiera, decia que “estas cosas no pueden seguir pasando” como si él mismo no estuviera percibiendo un salario con 6 cifras mensuales por su trabajo como relator de un fútbol que se ha convertido en un agujero negro presupuestario para un gobierno que lo prioriza sobre otras cosas que si son verdaderamente importantes.
El Arbitro a su vez ejercía su propio y vil simulacro, simulaba velar por la seguridad del encuentro al cortar las acciones, cuando en realidad si todo tuviera un minimo de seriedad las acciones deberían continuar y quienes utilizaran bengalas deberian ser aprehendidos por las fuerzas de seguridad en el mismo momento, pero al mismo colegiado, no consideraba motivo de suspensión definitiva de las acciones el hecho de que el arquero de River sufriera una detonación a escasos sentímetros de su cuerpo, no consideraba que ello entrañara riesgo alguno para su físico, la situación quedaba al desnudo, la precariedad de nuestra realidad quedaba expuesta, los violentos mandan y entonces las autoridades en lugar de tomar decisiones bajo el autonomía, se guían bajo el miedo que los violentos imponen porque son ellos quienes en realidad mandan.
Por ese increíble motivo el partido no fue suspendido, claro esta, el árbitro lo sabía y se lo recordaban, LOS ENCUENTROS NO PUEDEN SER SUSPENDIDOS ni bajo riesgo de muerte y quienes defienden esta increíble e incalificable postura sostienen que es mejor esto a correr el riesgo de enfrentar la furia de una parcialidad enojada por la suspensión.
Todo esto ocurre en un fútbol que ha suprimido las sanciones deportivas, la quita de puntos para las instituciones grandes, en donde hemos sido testigos de amenazas de muerte hacia un árbitro registradas por las camaras de un estadio y los responsables no recibieron sanción alguna.
Este fútbol que cree que en lugar de sancionar a las pesonas hay que sancionar a las cosas, y entonces se suspende “la cancha” pero los violentos que estan registrados en absolutamente todas las filmaciones parece que no enfrentaran consecuencia alguna en un club que ha decidido arbitrariamente y en contra de la ley NO aplicar el derecho de admisión que la ley impone.