De pronto, Coki Ramírez se acalora. Manotea algún papel, casi sin darse cuenta, y se abanica: en el restorán de un hotel de la Recoleta, la estrella deBailando por un Sueño se encuentra al borde de una confesión inesperada. Hace algunos minutos que está hablando de Marcelo Tinelli, de la admiración que siente por él y del coqueteo que mantuvieron en varios envíos deShowmatch durante el año que acaba de terminar, y va por más. “Yo me ilusioné”, admite. “Estábamos los dos con piel de gallina, calientes, pero después la cosa se enfrió. No estoy en la cabeza de Marcelo, pero creo que está a la vista que su prioridad en la vida es el programa y tal vez se dijo a sí mismo: ‘Bueno, basta, bajo un cambio y sigo con lo mío’. Como sea, a mí me parece que de verdad pasaban cosas entre nosotros.” Y entonces Coki Ramírez se abanica.
Un momento antes, la esbelta morocha había estado hablando de su disco nuevo, Se puede, un cancionero efectivo de 11 tracks que vibran a ritmo de pop latino y de bolero romántico, que grabó pensando en los momentos íntimos y no tanto: “Quiero hacer un disco con canciones que la gente quiera escuchar”, se había propuesto antes de contactar a su amigo Alberto Plaza, el cantautor chileno instalado en Miami a quien había conocido 10 años atrás, en su Córdoba natal, cuando un productor la invitó a presenciar el rodaje de un de videoclip de Plaza. “Nos hicimos amigos y soñamos con que yo algún día sería famosa en la Argentina y con que él me haría un disco. ¡Y se dio!”, se entusiasma. En diciembre de 2010 comenzaron con el trabajo en Miami, al tiempo que ella aparecía por primera vez en Showmatch –de la mano del boxeador Fabio Moli, la Mole–. Al álbum aportaron Noel Schajris (de Sin Bandera) y el mexicano Alex Sintek. “Algo masivo y alegre, a eso apuntamos”, explica. Algunos días después, cuando volvió a la Argentina, se dio el cimbronazo: “Entré a Ideas del Sur siendo Coki y salí siendo Coki, pero con un montón de fans en la puerta”. La Mole Moli le había prometido a Tinelli que le iba a presentar a una mujer y cuando se topó con ella en el aeropuerto de Córdoba –de donde los dos son oriundos– se dio cuenta de que era la indicada.
Coki todavía hoy duda: “No sé si fue casualidad o el destino”. Jamás había pensado que aquel grandote con el que se había cruzado en el gimnasio de la dependencia provincial de la Agencia Córdoba Deportes y en el set de El show de la mañana, un programa de la tevé local donde ella solía cantar, sería el que la llevara hasta el escenario más grande del espectáculo. Su vida estaba a punto de dar el vuelco. Es verdad que Coki había viajado por América cantando junto a Plaza y que también había hecho coros para Fito Páez, y es verdad que había sido modelo y miembro de la selección cordobesa de vóley. Y también es cierto que, aparte de todo eso, había estudiado la carrera de protesista dental, se había recibido con un buen promedio y había trabajado en un laboratorio donde le había hecho la dentadura completa a su abuelo –y que de aquella época le quedó la manía de mirarle los dientes a la gente (una manía que el jurado Aníbal Pachano le recriminó más de una vez, sosteniendo que no miraba a los ojos, y de la cual fue objeto el propio Tinelli, cuyos dientes lucen “muy bien, prolijitos”, según dice Coki). Todo eso es verdad, pero nada de eso se compara con lo que vino después: de niños de cuatro años a ancianas de 80, un público fiel y entusiasta responde por Coki donde sea. “Aunque me ponga una gorra, lentes o mameluco, me reconocen”, cuenta. “En Buenos Aires voy al chino y ahí también me reconocen. ¡Incluso el chino! A mí me pone re contenta porque me gusta que la gente haya conocido a la Coki real.”
Sin embargo, antes de su aterrizaje en Buenos Aires dudó: temía que no la tomaran en serio y prefirió hablarlo con su mamá, Ana Ter Hart, que la acompaña en este hotel de la Recoleta y que cuando están lejos habla con ella por teléfono tres o cuatro veces por día. A pesar de que la señora Ter Hart y el señor Ramírez se habían dedicado a su negocio de fiambres, primero, y al de artículos de decoración, después, recordaron a aquella niña pícara que había sido Coki y la volvieron a ver zapateando americano, y entendieron que la oportunidad era una sola. “Coki es la primera en la familia que tiene algo que ver con el espectáculo y a todos nos da sorpresa, pero estamos contentos por ella”, se jacta la señora Ana, su madre.
El productor Pablo Prada, el Chato, fue quien recibió a Coki en Ideas del Sur la primera vez. El hombre de confianza de Tinelli la miró de la cabeza a los pies y asintió con un gesto seco: tenía todo para ser una chica Showmatch y saldría al aire esa misma noche. Entonces ella le dijo con cierta timidez que había llevado unas pistas para cantar. Prada le indicó que sólo podría usarlas si Marcelo le daba la chance. Ese sería el momento, singular e irrepetible, en el que Coki podría empujar su suerte. “Le dejé al Chato las pistas y después busqué la manera de que Marcelo me diera pie”, cuenta ahora. “En lugar de apichonarme, preferí ponerle el pecho a la situación: le dije a Marcelo un secreto en el oído y le canté, y así fue que la gente se revolucionó. Con ese secreto se ratoneó toda la Argentina. ¡Hasta él mismo!”
–¿Pero qué le dijo al oído?
–¡Oh, es irreproducible! ¡Fue el sueño de cualquier hombre! Aunque a Marcelo nada lo sorprende, esto lo desencasilló porque me acababa de conocer.
Sigue...
Fuente elguardian.com.ar