Como jefe y responsable de todo lo que pasa en ShowMatch, Marcelo Tinelli sabe el punto preciso cuando algo de su programa deja de ser tolerable para convertirse en un problema. Él sabe que al final, en la tele, no vale todo como a veces ella nos hace creer.
En ShowMatch, Graciela Alfano está cerca del límite. Como sucedió con Ricardo Fort, Alfano pasó la frontera que divide el juego de palabras y la agresión, el acto público y el privado, la ficción y la realidad.
El “chocolatero millonario” terminó en la guillotina después de un “arañazo” avivado por Flavio Mendoza. Así, Fort alcanzó el punto más álgido de exposición y traspasó esa fina barrera que sólo un televidente exageradamente morboso puede aceptar.
Así, la explotación de la imagen de Fort llegó a su fin, lo decretó Tinelli y se hizo realidad. ShowMatch supo apropiarse del escándalo para alcanzar altos puntos de rating y supo darle la sentencia final frente a Flavio Mendoza. Fort, cegado, cayó en su propia trampa y el conductor se liberó de un peso.
Similar a este recorrido, Graciela Alfano transita ese umbral. Con palabras fuera de lugar, contestaciones en un tono exageradamente alto y una vida privada cerca de lo escabroso, la vedette se dirige hacia el espacio que Fort dejó libre para el siguiente obstinado. Ella, con pocos pasos hacia ese lugar, puede caer y terminar como cazador cazado.
El callejón sin salida está a la vista.
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