«Cuidado con los chantajes emocionales»

Dominación emocional: La pareja es la sociedad más pequeña que existe y en ella invertimos gran parte de nuestro capital afectivo. Normalmente, esta unión se realiza con la idea de construir algo en común que beneficiará a ambas personas. Pero, como ocurre en toda sociedad, uno de los peligros que acechan a la pareja son las luchas de poder. Cuando éstas se producen, se olvida que existe un proyecto compartido, y uno o ambos miembros intentan imponer sus reglas y sus objetivos personales. La dominación emocional suele estar tan infiltrada en nuestras relaciones. ¿Qué es el chantaje emocional? ¿Por qué manipulamos?

“Para hacer la paz se necesitan dos; pero para hacer la guerra basta con uno sólo” (Samuel Butler)

Juegos de dominación “La pasión de dominar es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano” (Voltaire)

La manipulación se utiliza para ganar poder en una relación. Con diferentes tácticas se intenta tocar los puntos débiles del otro. Para que resulte efectivo, el chantaje emocional debe producir una mezcla de temor, obligación y culpa, a fin de que la pareja acabe sucumbiendo a las propias expectativas.

Para ello se suelen emplear estrategias como:

• El castigo Se amenaza, de manera más o menos directa o implícita, con que si no se realiza lo que uno desea tendrá consecuencias negativas.

• El autocastigo En este caso, la amenaza consiste en dañarse uno mismo para hacer sentir culpable al otro. Como, por ejemplo, diciendo: “Si tú no me quieres, la vida no tiene sentido para mí”.

• El silencio Supone una manera de mostrar el enfado. El otro, a menudo siente que sólo cediendo logrará mejorar el clima de la relación.

• El victimario Implica una exigencia disfrazada de sentimientos de lástima y culpa. Como, por ejemplo: “Si no vienes a verme, estaré solo todo el día”.

• La culpa Se utilizan reproches o comentarios críticos para que alguien se sienta culpable y así corrija su actitud o su comportamiento.

Cuidado con las promesas. Se ofrecen promesas maravillosas que, por ser poco realistas, rara vez se acaban cumpliendo: “Si me das otra oportunidad, te prometo que cambiaré y seremos de nuevo felices”.

• Dar para recibir Se ofrecen ayudas o favores como un modo de atar a la otra persona y favorecer su sumisión.

La persona que domina, explota y lastima es tan dependiente como la persona sumisa. Ninguna de las dos puede vivir sin la otra”. (Erich Fromm)

A menudo, las extorsiones se producen en dos direcciones. Es decir, cada persona intenta controlar a la otra con diferentes estrategias de manipulación. Se trata de una lucha por el poder que puede dar lugar a escaladas de agresiones cada vez más intensas y despiadadas. El peligro es que si se escucha únicamente a una de las partes, se puede incurrir fácilmente en una visión parcial del conflicto, pues cada persona interpreta y sufre la conducta del otro como una ruin manipulación, pero es incapaz de reconocer sus propios instrumentos de chantaje emocional.

Otras veces, la manipulación es unilateral uno de los miembros de la pareja somete al otro desde una posición de superioridad. En tales circunstancias, el riesgo reside en que aumente paulatinamente la diferencia y el desequilibrio en la relación. Quien ostenta el poder puede sentirse cada vez más superior y con mayor control sobre la situación, mientras que la otra persona queda relegada a una posición más débil y de mayor supeditación.

Detectar la manipulación

“Cuando se teme a alguien es porque a ese alguien le hemos concedido poder sobre nosotros” (Hermann Hesse) Se exprese mediante palabras, actitudes o gestos, el mensaje manipulador suele ser vivido con una sensación de amenaza o exigencia. Por ello, una buena fórmula para detectarlo consiste en estar atento a las propias sensaciones y sentimientos ante los mensajes que se reciben.

En general, la manipulación provoca un sentimiento de estar ante una situación que no tiene fácil salida. Acceder a la demanda, a menudo implica renunciar a lo que uno desea o incluso necesita hacer, mientras que si se responde con una negativa pueden aparecer perturbadores sentimientos de culpa, o bien un temor a ser rechazado o a que la otra persona reaccione de manera airada o con actitud despectiva.

Es muy importante diferenciar entre una petición y una exigencia. Pedir implica otorgar la libertad al otro para elegir entre satisfacer o no la solicitud, teniendo en cuenta su opinión. En cambio, al exigir no se proporciona tal alternativa y se ignoran los sentimientos y las necesidades de la otra persona.

Aprender a realizar esta distinción entre pedir y exigir ayudará a reconocer cuándo se es objeto de una manipulación o cuándo uno mismo la utiliza como vía indirecta para conseguir aquello que desea.

Salir del juego “La persona más poderosa es aquella que es dueña de sí misma” (Séneca)

Los juegos de dominación más intrincados implican un mensaje doble o ambivalente. Es decir, lo que se expresa no concuerda con el tono que se utiliza, o detrás de una petición legítima se esconden fines subterráneos que responden a intereses personales. Por ejemplo, una persona le dice a la otra: “No hace falta que vengas. Tienes mucho trabajo, y, total, siempre me las arreglo solo”.

Un buen modo de desmontar las trampas manipuladoras es hacer explícito el juego. Resulta útil poner en palabras todo aquello que se está expresando de manera indirecta, o a través de mensajes vagos, confusos y contradictorios. Así, en el ejemplo anterior se puede contestar: “Me siento dividido. Por una parte, me dices que no hace falta que te ayude, pero, por otra, siento que si no lo hago puedes enfadarte”.

Tanto en la vida de pareja como en general en todo tipo de relaciones es crucial una comunicación clara y honesta que permita aclarar las situaciones ambiguas. El juego de manipulación deja de tener poder sobre uno mismo cuando se reconoce como tal. Y aludir a los propios sentimientos o sensaciones resulta mucho más eficaz que emplear un tono acusador, que suele generar más barreras y reacciones defensivas en vez de mayor comprensión.

Preservar la relación “El amor no es sólo un sentimiento. Es también un arte” (Balzac)

Platón definía la política como el arte de vivir en sociedad. La pareja es una comunidad de dos personas en la que puede darse tanto una lucha encarnizada por el poder como una pugna soterrada de control y subyugación. Pero también es posible construir una relación con una política democrática y solidaria, basada en el respeto y la comprensión mutuos.

Ambos miembros de la pareja pueden decidir deponer sus armas manipuladoras y ayudarse mutuamente a reconocer con lucidez y humor cuándo ponen en marcha este tipo de artimañas. En todo caso, cada persona decide si hacer de la pareja un campo de batalla o un lugar de encuentro y de cooperación que aporte riqueza a ambos.

"Siempre se necesitan dos para el "chantaje"

Hagamos un viaje y exploraremos la psiquis de un chantajista. No todos tienen el mismo estilo o los mismos rasgos característicos: algunos son pasivos; otros, bastante agresivos; algunos son directos y otros sumamente sutiles; algunos nos dicen con mucha claridad cuáles serán las consecuencias si los contrariamos, y otros, por fin, enfatizan cuánto los estamos haciendo sufrir.

Pero más allá de cuán diferentes puedan aparecer a primera vista, todos ellos tienen grandes rasgos en común, características que alimentan su conducta manipuladora. Ellos utilizan el miedo, la obligación y la culpa.

El miedo - el miedo a las pérdidas, el temor al cambio y al rechazo, el miedo a la pérdida del poder- es el terreno común en que se mueven todas las personas que terminan siendo "grandes manipuladores".

El precio que pagamos cuando cedemos reiteradamente al chantaje emocional es enorme. Los comentarios y actitudes del chantajista nos hacen sentir desequilibrados, avergonzados y culpables. Sabemos que tenemos que modificar la situación y, reiteradamente, nos prometemos que lo haremos, sólo para encontrarnos, una y otra vez, burlados y manipulados, como que hemos caído de nuevo en una emboscada. Comenzamos a dudar de nuestra capacidad de mantener las promesas que nos hacemos y perdemos la confianza en nuestra eficiencia. Nuestra autoestima se va erosionando. Y lo peor de todo es , quizás, que cada vez que nos rendimos al chantaje emocional, perdemos contacto con nuestra propia integridad, esa brújula interior que nos ayuda a determinar cuáles deberían ser nuestros valores y nuestra conducta.

A pesar de que el chantaje emocional no es un abuso psicológico violento, no hay que caer en la tentación de suponer que el precio que se paga no es muy elevado. Cuando convivimos con él, el chantaje emocional nos carcome y se expande hasta dañar en lo más hondo nuestras relaciones más importantes y nuestra propia autoestima.

Sin nuestro consentimiento, el chantajista se vuelve totalmente impotente.

Para que el comportamiento de alguien pueda ser calificado de "chantaje emocional" , deberá tener ciertos componentes. Podemos hacer ese diagnóstico de la misma manera que un médico determinaría que una persona tiene algún malestar físico: analizando los límites.

1. Exigencia

2. Resistencia

3. Presión

4. Amenazas

5. Obediencia

6. Reiteración

El manipulador emocional construye su estrategia consciente e inconscientemente en base a la información que nosotros le suministramos acerca de lo que nos causa miedo.

Lo único que  les importa son ellos mismos. Todos los chantajistas que hemos visto focalizan su atención casi por completo en sus propias necesidades y la forma en que sus presiones nos afectan a nosotros no les importan en lo más mínimo.

Características que nos vuelven vulnerables

· Una excesiva necesidad de aprobación.

· Un profundo miedo al enojo y la ira de quienes nos rodean.

· Una gran necesidad de paz, sea cual fuere su precio.

· Una tendencia a asumir demasiada responsabilidad por la vida de los demás.

· Un alto nivel de inseguridad con respecto a nuestro valor y capacidad

Discurso de un manipulador

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