Por: María Coda
Todos formamos parte de este loco mundo.
Todos somos en cierto modo un Personaje.
Los seres humanos tenemos una parte contradictoria que muchas veces nos quita el buen humor y nos convierte en “lobo estepario” con tanta mala suerte que seguramente cuando nos sucede justo nos invitaron a un evento social, al que no podes faltar.
Uno que está en plena crisis y detesta tener que ir a reuniones masivas, esto se convierte en un castigo, donde vemos todo mal, odiamos tener que cambiarnos para salir, odiamos el ruido de la calle, odiamos regresar a casa de noche y tarde, e incluso odiamos tener que inventar excusas para no ir, sin que nadie se enoje.
Con una mano en el corazón es un calvario el salir sin ganas.
Desde que existe la entrega a domicilio e Internet, cada vez se sale menos de la casa. Sin embargo, de vez en cuando, un factor externo nos obliga a tener que hacerlo.
El problema es cuando surgen compromisos que te lo crean los demás. Por ejemplo; nunca falta el “no muy amigo” que te invita a su
cumpleaños, el amigo del amigo que te invita a una cena de parejas y uno está soltero/a; y lo peor cuando te suplican para que asistas a esas malditas fiestas de fin de año, donde nadie se conoce con nadie, pero justo el anfitrión en una persona allegada a nuestros afectos, por lo que se nos vuelve imposible no estar presente.
No nos queda otra que inventarnos las ganas y arrancar. Una vez que llegamos a cualquiera de estas reuniones, viene la segunda etapa del castigo, “los invitados que asisten a la velada” que son de una gran heterogeneidad.
Siempre hay una mujer que descalifica constantemente a su marido que come desaforadamente triples sin parar, mientras habla a los demás con la boca llena.
Si o si nunca falta una pareja feliz que van con sus cuatro niños y estos no paran de correr y gritar toda la noche.
Obviamente están los maleducados de siempre, los ex y las ex que no tenemos ganas de ver….
Todo esto lo observamos siempre y cuando solo hagamos un pantallazo general de la gente.
Si queremos entrar en detalles podemos hacerlo con solo circular un poco por el lugar, vamos a ir hayando “personajes más elaborados”.
-En toda reunión encontramos a “El invitado fatal- el experto”
Cada vez que este se asoma a una fiesta, la noche se vuelve oscura y profunda como un agujero negro.
El sabio es el clásico charlatán pesado, aburrido, de edad madura que desespera por zambullirse en las conversaciones adultas a cualquier precio. Pero como no es profesional, ni desarrolló una carrera interesante, ni se consagró al estudio de ningún tema, ni es una persona culta, su opinión es siempre es la de un amateur entusiasta, mentiroso y nadie lo toma en serio.
Lo peor es que es insistente, está sediento de protagonismo, y termina usurpando algún tema al azar en el que se autoproclama como un gurú absoluto de la materia. Entonces de un día para el otro viaja, tiene una epifanía, se suma a un coro, o adopta un hobbie y es el que más sabe sobre comida árabe, sobre Francia, sobre ópera, sobre televisión abierta o sobre colección de marquillas de cigarrillos. Cualquier temática le queda bien mientras pueda participar y dar riendas sueltas a las mentiras.
Este individuo siempre tiene el mismo "modus operandi". Va a las reuniones con las orejas desplegadas como una antena de Direct TV esperando que alguien saque su tema del bolillero para hacer su tedioso numerito.
Otro espécimen de idiotez muy similar al anterior, es el que tiene un pire con otra cultura y aunque se llama Luis Fernández, estudia italiano, firma como Luigi, ve la RAI, reza en latín, es fanático de Sergio Leone y te invita a comer a su casa para mostrarte diapositivas de él y su señora pasados de ravioles en Roma, mientras interviene cada vez que alguien dice una palabra de origen latino o cuenta que un primo, del tío, del vecino está viajando por Europa.
También encontramos en la misma rama el sujeto que es el pariente del alguien, es decir una sanguijuela patética que cree que por haber salido de vientres vecinos a ciertos “conocidos” lo habilitan para opinar sobre cualquier tema. Es el tío de un jugador de rugby profesional, el hermano del kinesiólogo de Boca, el secretario personal de un diputado o el primo segundo de Luis Miguel, y amparado por ese parentesco azaroso se dedica a hablar de la farándula, la música y el deporte como si fuese el manager de todo el elenco de Telefé, América, canal 9 etc.
Por supuesto que en todo acontecimiento masivo está presente el “personaje libro gordo de Petete” que se mezcla entre los diferentes grupos, esperando el momento para poder responde lo que sea, en pocas palabras es un “Libro abierto… pero no se sabe quién es el autor”
Constantemente tratan de marcar que poseen un “gran nivel cultural…” Con el pequeño detalle que son los mismo individuos que solamente leen revistas cholulas, biografía de algún personaje mediático, no pasan de autores como Jorge Bucay o Paulo Coelho y votan por teléfono para eliminar a un participante de Gran Hermano.
¿Y la gran cultura dónde la aprendió?
Por último para ir cerrando encontramos "el personaje Orden".
El orden cotidiano se materializa en dos métodos o rutinas: las filas y los números. Misteriosamente, los dos son igual de idiotas y agrupan el mismo número de tarados y estafadores.
La filas tienen a los que no avanzan al mismo ritmo que el resto y dejan huecos, a los que desvían la fila para poder sentarse o apoyarse en la pared, a los que cuidan lugares para otras personas, a los que esperan a un par de metros esperando conservar su turno, a los que creen que su caso es excepcional y merece omitir la fila, a los que tardan demasiado en subir, pagar o hacer su consulta y atrasan a todos los demás.
Con los números el resultado no nada mejor. Están los que se ausentan y vuelven con un número que ya llamaron. Están los que sacan un número y se lo dan a otra persona. Están los que cortan varios números inflando el tiempo real de espera. Están los que montan guardia por miedo a no escuchar cuando lo llamen y están los que a pesar de tener un número, un asiento o un horario para ser atendidos, intentan con astucia tratar de pasar antes que el resto, sentarse en otro lado, o conseguir una vacante de alguien que faltó. De más está decir que todos exasperan a cualquiera.
No hay que olvidarse del colado… ni de la cola paralela.
Un ejemplo, cuando en la fila para pagar en un banco ya hay unas 10 personas, estos llegan con cara de nada e inician una cola paralela, logrando el amontonamiento y que ya nadie sabe donde estaba parado.
Como soy una persona ecuánime e imparcial: detesto a todos con la misma intensidad.
¿Será tan difícil hacer lo correcto?
Bueno, también hay que reconocer que hacer cola durante horas es una prueba para comprobar nuestra fortaleza de corazón, física, ética y emotiva.
Es donde hasta los espíritus más nobles después de estar dos horas de pie en un banco se transforman en demonios, comenzando a generar pensamientos negros, como desear la muerte de todas las personas que están adelante suyo, o tratar de engañar a los demás para usurparles sus puestos, ponerse a mirar con odio a la embarazada que entra tambaleando y se adelanta.
Y por último cuando le toca el turno, tienen el tupe de mirar a los demás con aires de sobrador, intentado generar envidia. ¿De qué?
Luego terminado el trámite, cuando la persona vuelve a la calle, nuevamente se convierte en un ser amable y noble… como siempre lo ha sido.
Realmente en estas reuniones se encontramos un buen zoológico humano, que con un par de tragos y encontrándole la vuelta se logramos sobrellevar la noche y hasta llegamos a darnos cuenta de que también somos parte de la fauna humana.
cumpleaños, el amigo del amigo que te invita a una cena de parejas y uno está soltero/a; y lo peor cuando te suplican para que asistas a esas malditas fiestas de fin de año, donde nadie se conoce con nadie, pero justo el anfitrión en una persona allegada a nuestros afectos, por lo que se nos vuelve imposible no estar presente.
No nos queda otra que inventarnos las ganas y arrancar. Una vez que llegamos a cualquiera de estas reuniones, viene la segunda etapa del castigo, “los invitados que asisten a la velada” que son de una gran heterogeneidad.
Siempre hay una mujer que descalifica constantemente a su marido que come desaforadamente triples sin parar, mientras habla a los demás con la boca llena.
Si o si nunca falta una pareja feliz que van con sus cuatro niños y estos no paran de correr y gritar toda la noche.
Obviamente están los maleducados de siempre, los ex y las ex que no tenemos ganas de ver….
Todo esto lo observamos siempre y cuando solo hagamos un pantallazo general de la gente.
Si queremos entrar en detalles podemos hacerlo con solo circular un poco por el lugar, vamos a ir hayando “personajes más elaborados”.
-En toda reunión encontramos a “El invitado fatal- el experto”
Cada vez que este se asoma a una fiesta, la noche se vuelve oscura y profunda como un agujero negro.
El sabio es el clásico charlatán pesado, aburrido, de edad madura que desespera por zambullirse en las conversaciones adultas a cualquier precio. Pero como no es profesional, ni desarrolló una carrera interesante, ni se consagró al estudio de ningún tema, ni es una persona culta, su opinión es siempre es la de un amateur entusiasta, mentiroso y nadie lo toma en serio.
Lo peor es que es insistente, está sediento de protagonismo, y termina usurpando algún tema al azar en el que se autoproclama como un gurú absoluto de la materia. Entonces de un día para el otro viaja, tiene una epifanía, se suma a un coro, o adopta un hobbie y es el que más sabe sobre comida árabe, sobre Francia, sobre ópera, sobre televisión abierta o sobre colección de marquillas de cigarrillos. Cualquier temática le queda bien mientras pueda participar y dar riendas sueltas a las mentiras.
Este individuo siempre tiene el mismo "modus operandi". Va a las reuniones con las orejas desplegadas como una antena de Direct TV esperando que alguien saque su tema del bolillero para hacer su tedioso numerito.
Otro espécimen de idiotez muy similar al anterior, es el que tiene un pire con otra cultura y aunque se llama Luis Fernández, estudia italiano, firma como Luigi, ve la RAI, reza en latín, es fanático de Sergio Leone y te invita a comer a su casa para mostrarte diapositivas de él y su señora pasados de ravioles en Roma, mientras interviene cada vez que alguien dice una palabra de origen latino o cuenta que un primo, del tío, del vecino está viajando por Europa.
También encontramos en la misma rama el sujeto que es el pariente del alguien, es decir una sanguijuela patética que cree que por haber salido de vientres vecinos a ciertos “conocidos” lo habilitan para opinar sobre cualquier tema. Es el tío de un jugador de rugby profesional, el hermano del kinesiólogo de Boca, el secretario personal de un diputado o el primo segundo de Luis Miguel, y amparado por ese parentesco azaroso se dedica a hablar de la farándula, la música y el deporte como si fuese el manager de todo el elenco de Telefé, América, canal 9 etc.
Por supuesto que en todo acontecimiento masivo está presente el “personaje libro gordo de Petete” que se mezcla entre los diferentes grupos, esperando el momento para poder responde lo que sea, en pocas palabras es un “Libro abierto… pero no se sabe quién es el autor”
Constantemente tratan de marcar que poseen un “gran nivel cultural…” Con el pequeño detalle que son los mismo individuos que solamente leen revistas cholulas, biografía de algún personaje mediático, no pasan de autores como Jorge Bucay o Paulo Coelho y votan por teléfono para eliminar a un participante de Gran Hermano.
¿Y la gran cultura dónde la aprendió?
Por último para ir cerrando encontramos "el personaje Orden".
El orden cotidiano se materializa en dos métodos o rutinas: las filas y los números. Misteriosamente, los dos son igual de idiotas y agrupan el mismo número de tarados y estafadores.
La filas tienen a los que no avanzan al mismo ritmo que el resto y dejan huecos, a los que desvían la fila para poder sentarse o apoyarse en la pared, a los que cuidan lugares para otras personas, a los que esperan a un par de metros esperando conservar su turno, a los que creen que su caso es excepcional y merece omitir la fila, a los que tardan demasiado en subir, pagar o hacer su consulta y atrasan a todos los demás.
Con los números el resultado no nada mejor. Están los que se ausentan y vuelven con un número que ya llamaron. Están los que sacan un número y se lo dan a otra persona. Están los que cortan varios números inflando el tiempo real de espera. Están los que montan guardia por miedo a no escuchar cuando lo llamen y están los que a pesar de tener un número, un asiento o un horario para ser atendidos, intentan con astucia tratar de pasar antes que el resto, sentarse en otro lado, o conseguir una vacante de alguien que faltó. De más está decir que todos exasperan a cualquiera.
No hay que olvidarse del colado… ni de la cola paralela.
Un ejemplo, cuando en la fila para pagar en un banco ya hay unas 10 personas, estos llegan con cara de nada e inician una cola paralela, logrando el amontonamiento y que ya nadie sabe donde estaba parado.
Como soy una persona ecuánime e imparcial: detesto a todos con la misma intensidad.
¿Será tan difícil hacer lo correcto?
Bueno, también hay que reconocer que hacer cola durante horas es una prueba para comprobar nuestra fortaleza de corazón, física, ética y emotiva.
Es donde hasta los espíritus más nobles después de estar dos horas de pie en un banco se transforman en demonios, comenzando a generar pensamientos negros, como desear la muerte de todas las personas que están adelante suyo, o tratar de engañar a los demás para usurparles sus puestos, ponerse a mirar con odio a la embarazada que entra tambaleando y se adelanta.
Y por último cuando le toca el turno, tienen el tupe de mirar a los demás con aires de sobrador, intentado generar envidia. ¿De qué?
Luego terminado el trámite, cuando la persona vuelve a la calle, nuevamente se convierte en un ser amable y noble… como siempre lo ha sido.
Realmente en estas reuniones se encontramos un buen zoológico humano, que con un par de tragos y encontrándole la vuelta se logramos sobrellevar la noche y hasta llegamos a darnos cuenta de que también somos parte de la fauna humana. 
