Con Italia afuera recordamos el penal frente a Australia en 2006

El fútbol, el deporte mas hermoso y apasionante del mundo tiene su punto mas alto en las Copas del Mundo. En estos torneos en los que los equipos solamente disputan siete partidos la suerte tiene la mala costumbre de jugar un papel mucho mas protagónico de lo que sería saludable si quisiéramos tener el atrevimiento de decir que existe algo parecido a la justicia en los resultados. Esa sensación de profundo enojo frente a la injusticia extrema fue lo que sentimos muchos amantes del deporte cuando vimos el desenlace de la final de 2006, en donde Italia, un equipo que había apostado siempre a la defensa, la especulación y la destrucción y que encima recibió escandalosos favores arbitrales terminaba alzando la copa después de que inexplicablemente el capitán francés Zinedine Zidane (uno de los cracks de la historia) perdiera la cabeza y se hiciera expulsar. Quienes conocemos el juego sabemos que esa reacción del francés no podía no haber sido provocada y quienes sabemos que cosas pueden decirse dentro de una cancha sabemos que para colmo de males los recursos mas ruines y viles tienen que haber sido utilizados para conseguir eso, lo cual terminaba de empañar aún más al peor campeón del que se tenga memoria. La imagen de Cannavaro con la copa era todo un símbolo que tapaba la forma escandalosa en que Italia había llegado hasta allí, y ese escándalo nos remite al partido por octavos de final con Australia. Italia que se suponía candidato salió a jugar ese partido especulando frente a un equipo absolutamente carente de trayectoria en copas del mundo, durante los 90 minutos de juego increíblemente Australia había tenido el 60% de la posesión del balón, como para ilustrar lo que ocurría, había contado con mas situaciones de gol, y para colmo de males Materazzi se hacía expulsar con una jugada absolutamente desleal característica de este equipo que había hecho de la suciedad un estilo. Italia jugaba con un jugador menos e increíblemente en un partido eliminatorio frente a un rival a priori débil en lugar de ir al ataque estaba terminando el partido con la táctica del murciélago (todos colgados de travesaño), el futuro se presentaba sombrío, porque si los 90 minutos finalizaban, se venían 30 minutos de alargue en donde la parte física con un jugador menos iba a ser preponderante, y en ese momento lo peor ocurrió. El futbolista Fabio Grosso ingresa al área Australiana con el balón dominado y frente un marcaje impoluto y cuidadoso de un defensor australiano, recurre una vez más a las malas artes, aquellas artes que utilizan quienes creen que hay que ganar a cualquier precio y realiza una simulación burda, pobre, incomprable, de bajísima estofa. Cuando el árbitro que se encontraba muy cerca de la jugada se acercó todos creímos que Grosso recibiría una amarilla, pero increíblemente el colegiado decidió privilegiar el jugoso cheque que no puede no haber recibido para finalizar la bochornosa farsa arbitral y consumar un auténtico atraco futbolístico. Opinión: Matías Reggiardo Tolosa

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